miércoles, 15 de septiembre de 2010

La campaña del gran quilombo



Hay un dicho conocido que reza: lo malo de la gente que no le gusta la política es que será gobernada por gente a la que si le gusta. Esa frase refleja el verdadero problema en que vivimos los que nos declaramos apolíticos. Aclaro que como apolítico me refiero al hecho de no apoyar abiertamente a ningún grupo ni personaje comprometido en una campaña electoral, ya que hablando estrictamente, el humano es un ser político por naturaleza.

Pareciera que hay un doble juego en el manejo de la palabra y todo lo que acarrea: la gente percibe que la política es algo “sucio”, lleno de trampas, golpes bajos, traiciones, calumnias, artimañas, coimas, “faenones” y saqueo inescrupuloso de los recursos del estado. Y los mismos que ejercen el poder no hacen nada por cambiar esta idea generalizada; al contrario, la promueven.

Gente honesta, capaz y preparada difícilmente querrá “embarrarse” inmiscuyéndose en una campaña electoral, pues sabe a lo que se expone y no quiere terminar, en el mejor de los casos, desprestigiada.

Cabe preguntarse entonces ¿Quién se beneficia de esta situación de mala fama de la política? Pues la misma fauna de siempre: los lamelibranquios que ven en el cargo público la manera de enriquecerse y que se aferraran al relativo poder que han conseguido. En el fondo a estos (seres) les conviene la vox populi de que es sucia, pues se libran de una competencia de la que saldrían perdedores.

Introduzco aquí una definición de diccionario sobre los lamelibranquios:

Se dice del molusco marino o de agua dulce que tiene simetría bilateral, región cefálica rudimentaria, branquias foliáceas y pie ventral en forma de hacha, y está provisto de una concha bivalva; p. ej., la almeja, el mejillón y la ostra.

Causa pena ver muestra ciudad llena de letreros cursis, rimbombantes; pancartas y bambalinas mostrando personajes con poses de iluminados prometiendo hasta lluvia en el desierto, como “mesías” con los brazos abiertos, mirada agradecida y protectora dirigida a una multitud que los aclama; personajes que con gesto dadivoso entregan laptops a niños sin zapatos; caras gordas sonrientes blanqueadas y retocadas por el fotoshop jurando honestidad, aparentando mas pureza que la de la madre Teresa de Calcuta. Por otra parte la andanada de símbolos como el rocoto, el conejo, el pollo futbolista, el caballo, los hombrecitos agarrados de la mano, la casita, etc., reflejan que los aspirantes a cargos del estado consideran al ciudadano casi un infante. Todo esto ha convertido esta compaña en un quilombo electoral más.

Lo peor es que cada cierto tiempo estamos condenados a soportar esa cruenta arremetida por los medios de comunicación que se ha extendido a las calles; ese vómito de propaganda, cada cual mas insufrible, demuestra una subestimación de la inteligencia (ni hablemos del buen gusto) de los electores.

Solo nos queda decir: paren su coche. Como en la novela de José Saramago “Ensayo sobre la lucidez”, la gente debería hacer una huelga electoral. Lamentablemente pocos pueden darse el lujo de pagar una multa dada la endeble economía de la mayoría de ciudadanos.

Si la democracia es el ejercer la voluntad del pueblo y si este está coaccionado a efectuar un “acto democrático” entonces hay una contradicción que es urgente solucionar.

Deberíamos tomar los ejemplos de muchos países donde la gente consciente políticamente es la que ejerce su voto por voluntad propia, y no está obligada a elegir al “menos malo” en un acto político en el cual nadie cumple sus expectativas. Lo más lamentable es que en el país no se vota por tal o cual candidato si no en contra del que nos asusta más. Esto último refleja otro problema endémico: la carencia de líderes.

Es hora de poner punto final a es circulo vicioso. Desde la escuela los ciudadanos tienen que inmiscuirse en actividades políticas y ser formados como líderes fuertes para los que la política no sea sinónimo de corrupción. Es una labor que se ha descuidado adrede con el objeto de mantener a esa especie cada vez más numerosa de lamelibranquios en el poder.

Carlos Flores-Guerra Portillo

carlosfloresguerra@hotmail.com

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