martes, 28 de septiembre de 2010

Carlos Oquendo de Amat


Carlos Oquendo de Amat fue uno de esos seres que viven tratando de pasar inadvertidos por el mundo pero a pesar de todos sus esfuerzos no pueden lograr su propósito. El autor de " Cinco Metros de poemas”, uno de los primeros libros vanguardistas del Perú nació en la ciudad de Puno en 1905, hijo de un medico de ideas innovadoras, de cultura afrancesada, y de una bella mujer de innegable abolengo. Carlos respiró el aire lector desde pequeño, fue forjado en el gusto por la poesía, de él se seguirán escribiendo libros, pues su poesía es de esas que no envejecen.

Saltó recién a la fama en 1967, cuando Vargas Llosa al recibir el premio Romulo Gallegos hizo una apología de su vida y obra, habló de un brujo de la palabra, del personaje que vivió y murió por la literatura y que fiel a su llamado revolucionario, en el último aliento de una vida cargada de sufrimiento y entrega a sus ideas, vistiendo la camisa roja de los republicanos en la guerrilla contra el fascismo de Franco luchó hasta el último aliento. Ni los bombardeos posteriores lo dejaron dormir en paz pues su tumba quedó echa pedazos.

Aunque el discurso no sea tan exacto pues Oquendo llegó a España casi en agonía por la tuberculosis, se dio un poético espaldarazo literario de un escritor como Vargas Llosa a otro que hasta entonces estaba perdido en el óvido, muchos pusieron los ojos en ese joven poeta que se entregó totalmente a la poesía y a su ideología.

Le gustaba el cine, que empezaba con fuerza, su poesía era cinética, le fascinaba lo lúdico, su libro es un acordeón que se estira y el nombre es un juego literal, extendiendo el libro tal vez no se llegue a los cinco metros exactos, pero eso no importa “Cinco metros de poemas" es una cachetada a mentes conservadoras.

En el libro todos los poemas son de buena factura, pero sobre todo el “poema del manicomio”, aldeanita” y “madre” son joyas perfectas de un juego mágico de palabras que no escatima en romper reglas. Vargas Llosa no exageró al decir que fue un brujo de la palabra (no hace falta preguntarle que opinaría ahora de su ideología política).

Sus últimos años los entregó a sus ideas políticas, fue secretario del Partido Comunista del Perú en Arequipa, cuando ser de izquierda era como ser un apestado y ser poeta era un peligro para el estado. Fue perseguido humillado, y asediado, a pesar de que ya estaba sentenciado por la tuberculosis que adquirió posiblemente en la isla de El Frontón donde fue encerrado varios meses.

La pobreza lo aquejó desde que perdió a su padre muy joven, su madre murió de alcoholismo, debido a que nunca se recuperó de la perdida de su esposo. La figura delgada y triste de Carlos Oquendo de Amat, el poeta con apellido de virrey, se dejaba ver en los círculos literarios de Lima de los años 20, fue amigo de José Carlos Mariátegui y de otras lumbreras de la revista Amauta.

Salió el Perú exiliado, aunque su sueño era viajar a Moscú, con el pulmón carcomido por la tuberculosis, aún tenía la esperanza hasta el final de llegar a la capital del régimen socialista. El poeta dio su último suspiro en un hospital de Madrid. Sus restos fueron trasladados a la localidad de Navacerrada, a pocos kilómetros de Madrid.

Si alguna vez, pasan por allí no se olviden de dejar unas flores, pues, no es cierto que las bombas del fascismo destruyeron su tumba, aunque conociéndo algo se puede creer que para él, este sería un final perfecto.

viernes, 24 de septiembre de 2010

El ruido de ese inefable vehículo


El ruido, altera la armonía de nuestras moléculas. Malditas sean las combis, y maldito, mil veces maldito el que comenzó con la importación masiva de estos vehículos que solo han traído el estres, y son el símbolo de una sociedad caótica.

La sordera es un proceso gradual, es decir, uno no se da cuenta de que se va quedando sordo, a lo mucho nos percatamos que repetimos la frase "¿qué dices?" muchas veces al día. Estos hijos de su madre van por la calle con la mano lista para apretar el claxon; lo hacen ya programados, tal vez sienten una especie de placer al hacer bulla. No son concientes del daño que causan a su paso, y si lo son, les vale un pepino.
Los que generan esa bulla son especialmente los chóferes de combi, aunque abundan también los que por tener un vehículo creen que deben avisar al mundo que están manejando.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

ESA FRAGIL BURBUJA LLAMADA REALIDAD


¿Qué es el estar lúcido? ¿Es el estar consciente de la realidad? Pero eso depende de a que nivel uno es capaz de percibir el mundo. Si nos preguntamos: ¿qué es la realidad?, allí entramos en mayores problemas pues la realidad mía es diferente de la de los demás; nadie mira el entorno con mi óptica, dos personas no percibirán el mismo hecho de manera similar. Si yo, por obra de algún genio de cierta botella encontrada en la playa, pudiera estar en la visión, tan solo por algunos segundos, de otra persona, entonces diría: ¡ah caramba! este hecho es tan diferente de como lo percibí y sin embargo es el mismo, el mismo visto desde el punto de vista del otro. Entonces podemos entrar en el gran laberinto: la realidad no existe, existen varias realidades, cada cual para cada individuo, y son tan frágiles como el recuerdo fugaz. Entonces, ¿qué es lo importante?: ¿lo que sucedió? o ¿cómo lo percibió cada quien? Ocurrió algo, y si otra persona pudiera decir sin mentir: eso que ustedes dicen, no sucedió, entonces, ¿allí si podríamos hablar de realidades diferentes?

El meollo del asunto sea, quizás, que tan importante como el hecho mismo, es también el cómo sucedió este, y en eso nadie estará de acuerdo.

El que yo esté en un lugar alterando con mi percepción de los hechos, los hechos mismos, es algo interesante. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en la ciencia, el acto de medir afecta la medición; el termómetro que mide la temperatura de un líquido enfría un poco a éste y la medición no es exacta.

Estoy en este mundo observando, e influyendo a nivel cuántico con mi sola presencia y mi simple observación de las cosas, estas cosas. El acto mismo de observar algo altera ese orden caótico, cuántico, inescrutable; la realidad altera su contenido y hace que ella misma, no sea tan solida.

Y si hablamos de miles de personas analizando un hecho, ¿cómo podrán influir en ese suceso?, ¿se sumarán esos pequeños cambios?

Todo ello hace que el acontecimiento, aparte de tener muchas realidades, la única realidad que pudiera ser verdadera se altere.


En la película del cine clásico Rashomon, de Akira Kurosawa, un asesinato es visto desde cuatro puntos diferentes y cada uno es totalmente diferente de los demás. El director japonés expone en su poderoso filme la imposibilidad de encontrar el verdadero móvil del crimen debido a esa fragilidad de la realidad.

martes, 21 de septiembre de 2010

poemitas y poemuchos


La ciudad se llena de poemitas, poemuchos y sus respectivos autores se vanaglorian por sus creaciones.

Arequipa fue cuna de grandes escritores, aquí estuvieron, vivieron, respiraron, sufrieron y gozaron el aire volcánico.¿Qué pasa con esta tierra volcánica que desde hace algún tiempo solo vomita poetas malos?

Seres que por publicar su librito ya caminan como por sobre huevos y se creen nominados al Nobel, pero esto no importaría si en realidad habría algo que leer; hay poco, salvo raras exepciones.

En Arequipa habitan los jóvenes salidos de la universidad, gente que quiere y no puede, sin embargo en la era de los lobby, del marketing, quien grita mas es el que consigue una famita relativa en la ciudad, de la que se regodea frente a sus amigos y le sirve para justificar ante su mamá que le sigan poniendo el desayuno ya que su hijito será un gran escritor, además le permitirá no tener que ir a buscar un trabajo.

La ciudad necesita cultores de de la palabra y no escribanos.

En la segunda feria internacional del libro en Arequipa abundaron los que presentan un opúsculo como la gran cosa, pero lo presentan y eso ya es algo, lo malo tal vez sea que no hay retroalimentación y no se tiene la humildad necesaria para quemar el libro antiguo (metafóricamente hablando ) y hacer cosas nuevas.


miércoles, 15 de septiembre de 2010

La campaña del gran quilombo



Hay un dicho conocido que reza: lo malo de la gente que no le gusta la política es que será gobernada por gente a la que si le gusta. Esa frase refleja el verdadero problema en que vivimos los que nos declaramos apolíticos. Aclaro que como apolítico me refiero al hecho de no apoyar abiertamente a ningún grupo ni personaje comprometido en una campaña electoral, ya que hablando estrictamente, el humano es un ser político por naturaleza.

Pareciera que hay un doble juego en el manejo de la palabra y todo lo que acarrea: la gente percibe que la política es algo “sucio”, lleno de trampas, golpes bajos, traiciones, calumnias, artimañas, coimas, “faenones” y saqueo inescrupuloso de los recursos del estado. Y los mismos que ejercen el poder no hacen nada por cambiar esta idea generalizada; al contrario, la promueven.

Gente honesta, capaz y preparada difícilmente querrá “embarrarse” inmiscuyéndose en una campaña electoral, pues sabe a lo que se expone y no quiere terminar, en el mejor de los casos, desprestigiada.

Cabe preguntarse entonces ¿Quién se beneficia de esta situación de mala fama de la política? Pues la misma fauna de siempre: los lamelibranquios que ven en el cargo público la manera de enriquecerse y que se aferraran al relativo poder que han conseguido. En el fondo a estos (seres) les conviene la vox populi de que es sucia, pues se libran de una competencia de la que saldrían perdedores.

Introduzco aquí una definición de diccionario sobre los lamelibranquios:

Se dice del molusco marino o de agua dulce que tiene simetría bilateral, región cefálica rudimentaria, branquias foliáceas y pie ventral en forma de hacha, y está provisto de una concha bivalva; p. ej., la almeja, el mejillón y la ostra.

Causa pena ver muestra ciudad llena de letreros cursis, rimbombantes; pancartas y bambalinas mostrando personajes con poses de iluminados prometiendo hasta lluvia en el desierto, como “mesías” con los brazos abiertos, mirada agradecida y protectora dirigida a una multitud que los aclama; personajes que con gesto dadivoso entregan laptops a niños sin zapatos; caras gordas sonrientes blanqueadas y retocadas por el fotoshop jurando honestidad, aparentando mas pureza que la de la madre Teresa de Calcuta. Por otra parte la andanada de símbolos como el rocoto, el conejo, el pollo futbolista, el caballo, los hombrecitos agarrados de la mano, la casita, etc., reflejan que los aspirantes a cargos del estado consideran al ciudadano casi un infante. Todo esto ha convertido esta compaña en un quilombo electoral más.

Lo peor es que cada cierto tiempo estamos condenados a soportar esa cruenta arremetida por los medios de comunicación que se ha extendido a las calles; ese vómito de propaganda, cada cual mas insufrible, demuestra una subestimación de la inteligencia (ni hablemos del buen gusto) de los electores.

Solo nos queda decir: paren su coche. Como en la novela de José Saramago “Ensayo sobre la lucidez”, la gente debería hacer una huelga electoral. Lamentablemente pocos pueden darse el lujo de pagar una multa dada la endeble economía de la mayoría de ciudadanos.

Si la democracia es el ejercer la voluntad del pueblo y si este está coaccionado a efectuar un “acto democrático” entonces hay una contradicción que es urgente solucionar.

Deberíamos tomar los ejemplos de muchos países donde la gente consciente políticamente es la que ejerce su voto por voluntad propia, y no está obligada a elegir al “menos malo” en un acto político en el cual nadie cumple sus expectativas. Lo más lamentable es que en el país no se vota por tal o cual candidato si no en contra del que nos asusta más. Esto último refleja otro problema endémico: la carencia de líderes.

Es hora de poner punto final a es circulo vicioso. Desde la escuela los ciudadanos tienen que inmiscuirse en actividades políticas y ser formados como líderes fuertes para los que la política no sea sinónimo de corrupción. Es una labor que se ha descuidado adrede con el objeto de mantener a esa especie cada vez más numerosa de lamelibranquios en el poder.

Carlos Flores-Guerra Portillo

carlosfloresguerra@hotmail.com

jueves, 9 de septiembre de 2010

El dinero y las Megatiendas



Decía Ortega y Gasset con respecto al dinero que el verdadero valor y poder de éste se encuentra en función a la variedad de bienes que se pueda conseguir con él. Retrocediendo algunas décadas, tal vez un par de siglos, cuando las personas iban a la tienda o bodega podían adquirir contados artículos, la mayoría eran de primera necesidad, a lo mucho los artículos se dividían en alimenticios, de vestuario, ornamentales, de salud y belleza. Desde la revolución industrial y sobre todo en el siglo XX ha habido una multiplicación de la variedad de productos que se pueden adquirir, y se han creado nuevas necesidades, por consiguiente el valor del dinero ha aumentado considerablemente en nuestras vidas.

Pero dos inventos marcaron y dirigieron al ser humano en el camino para convertirse en el homo consumis, en el compro luego existo, que es actualmente, nos referimos a la televisión y mas recientemente al diabólico (no encuentro otro adjetivo pertinente) invento de las tarjetas de crédito.

La televisión fue no solo como colocar el vendedor más persuasivo dentro de los hogares sino dentro las mentes de las personas, nada más deseable para los fabricantes de bienes y servicios.

La TV tenía la ventaja de hacer ver imágenes, asimiladas de forma instantánea por el cerebro, mostrando lo felices que seriamos adquiriendo tal o cual producto. No fue raro que a partir de ese momento las ventas se multiplicaran.

El otro invento que contribuyó al consumo masivo fue la tarjeta de crédito, artilugio creado tal vez por un hombre de astucia satánica. La tarjeta logra hacer creer hasta un empleado de sueldo mínimo que puede comprar ilimitadamente, que se lleva algo sin pagar: hay algo en nuestro cerebro que entiende que para recibir algo hay que dar, al pasar una tarjeta por una ranura no se siente que se da nada, un truco sicológico bien estudiado y efectivo. De nada sirve saber que nos las van a cobrar, en el fondo no lo creemos, es como la muerte que “sabemos” que vendrá pero no “creemos” que nos tocará a nosotros. Muchas personas seguirán directo a la ruina. Es cierto que la tarjeta también tiene algunas ventajas como el no tener que llevar efectivo, y poder comprar cuando uno esta en algún apuro, pero ¿cuantas personas tienen la madurez económica y fuerza de voluntad suficientes? Sobre todo con toda esa campaña agresiva, casi militar, difundida por los medios de comunicación.

Actualmente la ciudad de Arequipa esta siendo tomada por las llamadas Megatiendas, lugares donde se puede encontrar de todo, como en la famosa isla del placer del titiritero Stromboli en el cuento Pinocho, donde se perdían los niños que no iban a la escuela.

Los artículos en estas tiendas están al alcance de las manos, como si tuvieran voz propia susurran a los oídos: llévame y serás feliz; las maquinas en puntos estratégicos te invitan a insertar tu tarjeta de crédito y ser feliz.

Luego de comparar el homo consumis cargado de sus bolsas de compras con cierto orgullo reflejado en el rostro por el hecho de no ser uno de los misios frustrados que solo van a ver, irá a su casa donde desempaquetará sus nuevas adquisiciones, esa casaca de moda, el perfume con la marca del actor que sugiere ser irresistible con las mujeres, el celular computadora. Prenderá la TV para verse reflejado en alguna propaganda y tal vez recibir instrucciones de cómo debe comportarse ahora que posee el objeto deseado.

Quedaran para otro día los paquetes de infinidad de cremas, adornos, bebidas gasificadas, desodorantes, artilugios y chucherías que compró por impulso y dejará olvidadas en el depósito.

Lo que realmente necesita es el diez por ciento de lo que adquirió, aunque su alma de señorito satisfecho en realidad necesita llenarse objetos para seguir manteniendo esa imagen que de si mismo que ni siquiera el ha fabricado.

Algo saludable para la mente y el cuerpo sería pasearse de vez en cuando por esas tiendas como antiguamente un filosofo griego por el mercado, el cual al ser interrogado sobre el motivo de su alegría respondió : E s que en ese lugar hay tantas cosas que no necesito.

Ojalá que como a los niños de la isla del placer de Stromboli no se nos este convirtiendo en asnos.