martes, 9 de noviembre de 2010

Subí con ella a la montaña, al volcán. En la cima había un bar, entramos y en la barra pedimos un vino. Me sentía feliz, hablamos de todo, me acuerdo que me sorprendía saber que en ese lugar que creían tan apartado podía existir un bar, y gente bebiendo. Pero ella dijo que saldría un rato. Luego la busqué porque no venía, por esas calles estrechas que en tirabuzón bajan a la ciudad, solo, comprendiendo que me había dejado para siempre. Yo bajaría a la ciudad sólo, hasta comprender...

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