sábado, 6 de marzo de 2010

EL VIGILANTE MILENARIO


Cada mañana al levantarme lo primero que veo desde mi ventana es el imponente volcán que custodia la ciudad, no puedo dejar de maravillarme de su presencia. Es cierto que muchas personas se han acostumbrado tanto a verlo que ya casi no les llama la atención; alguna que otra vez lo miran con cierta desconfianza para preguntarse algo así como: ¿y cuando éste nos dará la sorpresa?
Existen y existieron varias ciudades al pie de un volcán, de las que han desaparecido la mas recordada es Pompeya que fue arrasada al entrar en erupción el volcán Vesubio el año 79 D.C. Mas recientemente la ciudad de Armero en Colombia fue destruida por la explosión del volcán nevado Ruiz, que descargó toneladas de lodo sobre el poblado en 1985.
Tokio se encuentra cerca al que para muchos es el volcán mas bello del mundo: el monte Fuji, por cierto que el segundo volcán mas bello es el que custodia la ciudad de Arequipa, si, el nunca bien ponderado volcán Misti.
En realidad no debiera preocuparnos mucho el sufrir una catástrofe a raíz de una erupción volcánica ya que nuestra corta vida a comparación del tiempo geológico es probable que no nos permita ser testigos de un hecho trascendental y apocalíptico.
Subí al volcán Misti en siete ocasiones, debo reconocer que algunas el volcán me venció y no hice cumbre, pero las veces que llegué a la cruz que está en la cima fueron momentos que permanecerán guardados para siempre entre mis recuerdos mas preciados.
Decían algunos escépticos que los egipcios construyeron las pirámides por no tener montañas; la obra de la naturaleza es tan imponente y milenaria que las pirámides con sus 4000 años quedan como un suspiro en el tiempo, o un bebé de pecho comparado con los 800000 años estimados de antigüedad que este viejo volcán casi perfecto se erige, y que tal vez continuará mas allá de la propia humanidad. Y ni hablar de las dimensiones pues nada de lo que haya construido el hombre posee tal magnitud.
Desde el volcán, la ciudad de Arequipa se observa como un gigantesco espejo, quieto y silencioso. La ruta más transitada es por Gráficos en Alto Selva Alegre, saliendo por un cementerio de la localidad. Luego de internarse en las faldas ya se siente la influencia del coloso, el ambiente místico; comprendemos algo de lo que sentían los incas, el respeto y admiración que tenían al Apu, su fuerza milenaria. El volcán espera imperturbable, observa la ciudad más allá de su bulla y ajetreo. El sol sale por su cumbre y una sombra triangular se proyecta hacia el cono norte en la zona de Zamacola.
No se sabe exactamente desde cuando lleva el nombre de Misti, esta palabra se aplicaba a los descendientes de españoles. La escritora Franco peruana Flora Tristán cuenta en su novela “Peregrinaciones de una Paria” que su primo Altahus subió en una ocasión al “volcán” (ojo que no le llamaba Misti) y que el viaje era una odisea, varios cargadores indígenas habían muerto y en el cráter se veía fuego. Estamos hablando del siglo XIX a inicios de la república y el nombre de Misti no aparece al menos en esta novela.
Es seguro que los hombres prehispánicos lo conocían con otro nombre, y como otros Apus, era lugar de sacrificio, las momias y objetos encontrados dan fe de ello.
Si tienen algo de físico y una gran dosis de voluntad les recomendamos vivir esta aventura, ¿Qué mejor manera de conocer la ciudad que viéndola desde una atalaya natural?
Además subir al volcán, se convierte casi en una peregrinación religiosa, un reto para el cuerpo y espíritu.
Pasar un poco de hambre, frio y mucha exigencia física es parte de un sufrimiento que se ve recompensado con la tranquilidad espiritual de haber llegado a los 5824 m.s.n.m en una montaña sagrada.

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