domingo, 3 de enero de 2010

Retorno


Esa maquina de proporciones gigantescas hecha de piedra y barro funcionaría a una hora determinada con el flujo del agua. Fue diseñada por un forastero que llegó no sabemos de donde.
Los canales estaban edificados para que el agua tenga un caudal determinado y recorra por las cuatro paredes de la construcción. El fluido debía converger en una fuente y luego dividirse nuevamente en cuatro.
El sonido del agua, la luz del sol, la sangre de una doncella, y la fecha correcta; eran necesarios para que la maquina comience a funcionar.
Fui el encargado de construirla, a pedido del Supremo quien había simpatizado con el que al principio creyó loco, pero luego demostró una gran sabiduría. Mis hombres trabajaron en tres turnos, pues según los astrónomos, la fecha en la cual los astros se alineaban se acercaba.

El momento señalado llegó con gran expectativa nuestra. Era la noche mas fría del año. La doncella fue desnudada, estaba en estado de trance. Fue conducida a la parte alta, a la cueva, punto central de la construcción. El sonido de los caracoles remecía las montañas, mientras el forastero se metía en el agujero de piedra junto con la doncella.

En ese momento, poco antes de cerrar la gruta, capté la expresión de alegría del forastero, tal vez a causa de la posibilidad de regresar a su hogar. Una noche antes me comentó que en otros lugares construyó maquinas similares y había ido a parar a mundos semejantes al suyo, pero no a su amada Tierra.

La maquina comenzó a funcionar justo cuando todas las lunas de nuestro planeta estuvieron alineadas.

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