Según cuenta la leyenda, Aquiles al nacer fue bañado en las aguas del río Estigia por su madre para hacerlo inmortal. Pero olvidó sumergir el talón por el que lo sujetaba, creando su único punto vulnerable.
Años más tarde, en la Guerra de Troya, Aquiles fue muerto por Paris, quien le asestó una flecha envenenada precisamente en su talón.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha tratado de buscar la invulnerabilidad, si bien es cierto que la esperanza de vida ha aumentado, aún la lucha contra las enfermedades y la muerte sigue y el hombre siempre sale derrotado.
Uno de los miedos mas grandes a que pueda enfrentarse el hombre es el miedo a morir, somos los únicos seres que sabemos de nuestra propia muerte lo cual nos causa una angustia muy “humana”.
Tratamos de vivir así burlando a los males que nos amenazan, pensando en que se alejen de nosotros, pero estos siempre estarán rondándonos; por lo cual en pro de una paz interior es mejor seguir viviendo sin acongojarse demasiado pensando en la infinidad de calamidades que nos podría acontecer. En estos tiempos en los que fabricar nuevos servicios, bienes y sentimientos sirve para enriquecerse, algunas personas han visto una mina de oro en estos miedos, y aun han creado otros.
Vivimos en un mundo que promueve el individualismo y tiene como prototipo de persona triunfadora aquella que ha logrado acumular bienes: autos, casas, una posición social y, en última instancia, fama. Esa lucha por una posición socio económica y mediática es la constante de todos los días; las campañas de esos fabricantes de miedos nos recuerda las mil y una amenazas y cuestionan en que punto de la escalada vamos, cuanto hemos logrado, pero además nos recuerdan constantemente que podemos perder lo que hasta ahora hemos conseguido, o lo que por herencia tenemos, por lo tanto según ellos debemos asegurarnos, pues a la vuelta de la esquina se encuentran las calamidades en forma de secuestros, robos, accidentes, estafas, etc., además de los males de todas las épocas como las enfermedades y la muerte.
No esta mal tomar medidas para preservar lo que uno con mucho esfuerzo a logrado, lo malo está en llegar a la paranoia y convertirse en un ser humano que solo viva para protegerse, y que pague una serie de servicios para estar en paz. Esa persona, como cada vez que obtenga más bienes tendrá más miedo de perderlos, contratará más servicios.
Uno de los problemas a que todo municipio tiene que hacer frente es el de la seguridad, controlar la delincuencia, los robos, los asaltos, pero por más que se pueda mantener bajo control estas lacras siempre existirán pues de otro modo viviríamos en una sociedad utópica.
El asunto está quizás en hasta que punto nos dejamos influir, y nuestro miedo se torna tan grande que perdemos nuestra libertad, la ansiedad y el estrés se apodera de nosotros y corremos a buscar ayuda de aseguradoras o empresas de vigilancia que están ligadas (como dos caras de la misma moneda) a esos males de los que dicen protegernos, pues sencillamente dependen de ellos.
La situación podría resumirse a veces como sucede en una cárcel: alguien que tiene dinero paga para que lo protejan y mientras desembolse no le sucederá nada pues los mismos que cobran por protegerlo son los que crean las amenazas.
Claro que en la sociedad la situación podría ser más compleja, pues siendo el miedo una emoción, el amedrentamiento mediático al que estamos sometidos abarca mucha gente y es más sutil.
Vivir es un riesgo, podemos sufrir una serie de inconvenientes hasta en la misma casa. Las compañías aseguradoras han hecho cálculos sobre las amenazas posibles desde las más improbables como morir por una roca espacial que impacta en nuestro auto hasta morir ahogado comiendo en nuestra propia casa. Deberíamos informarnos un poco sobre riesgos reales y utópicos.
Estamos en un mundo riesgoso, pero lo malo es que nos aseguramos por cosas improbables y no nos percatamos de otros factores de peligro presentes son mas reales y no los tomamos en cuenta, éstos si podrían atentar contras nuestra salud o intereses; por ejemplo el agua que consumimos, el aire contaminado de la ciudad, las grasas que ingerimos, el modo de vida que llevamos, las compañías de transportes en el Perú, etc. Para disminuir estos riesgos no necesitamos una aseguradora sino tomar nuestras precauciones según nuestro contexto y recursos.
Pagar para ser protegido es caer en el chantaje de una maquinaria del miedo que mueve millones de dólares. Pero ¿Qué hacer entonces ante tantas amenazas?
Podríamos tomar nuestras propias medidas para protegernos, prever, observar las amenazas reales, ahorrar para cualquier imponderable y vivir la vida sin temor ya que ella es un riesgo desde el momento de nacer. Para ello sobre todo no debemos ceder a ningún chantaje psicosocial diseñado por los fabricantes de miedos.
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